renuevo

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miércoles, 13 de enero de 2010

Crónica de un desfalco


Caminando por la gélida noche capitalina, siento los ruidos de la locomoción, una gota que cae en un Ciprés presurosa acaricia mi muñeca, me acerco a la vereda central alzo la vista en cuarenta y cinco grados en dirección al oriente para ver el gran reloj, evidentemente es ya de medianoche. Tranquilamente introduzco mi mano derecha en el bolsillo trasero de mi pantalón en donde guardo celosamente el último cigarrillo de la cajetilla que me compre el martes pasado.

Un par de cuadras ya recorridas me van internando en un nuevo mundo para mí, las luces incandescentes poco se parecían a los pobres focos de mi taller, el aire ya es mas denso; se mezclan concentraciones de cigarrillo, ron añejado, y por mi lado derecho una pestilencia repulsiva, un ente de ropas obscuras, zapatillas al parecer talla cuarenta y dos y medio yace botado manchado de vómito sin importar que a media cuadra hay una patrulla de policía.

Ya transcurrido este hecho apuro mis zancadas, paso ligeramente junto a unas terrazas, frente mío un grupo de gente, todos de aspecto poco amigable, muchos de ellos vestidos con ropa deportivas, sus rostros eran parecidos; aros, cadenas, gorros deportivos y uno que otro corte me mostraban un cuadro que yo jamás quisiera comprar, sus miradas se alzaban ávidas de un lugar a otro escrutando el lugar mas propicio para llevar a cabo sus siniestras intenciones, y al notar mi presencia me examinan y me señalan cual fiera acecha a su próxima presa, sin embargo, yo no me dejé amedrentar, en un instante estos tipos se encontraban alrededor mío, mis manos temblaban, sabia que algo malo iba a ocurrir, no tenia nada de valor, no obstante, introduzco mi mano presuroso para cerciorarme de que mis valiosos documentos estuvieran en su lugar, para mi desgracia, mis documentos ya no estaban, sin pensarlo dos veces seguí a estos individuos, me habían robado.

Los tipos ya me han sacado varios metros de ventaja, doblo en la esquina en dirección hacia mi derecha, la persona que yacía en el suelo hace algunos minutos ya no estaba, apurando cada vez mas mi marcha, me percato de que uno de los tipos entra a un lugar concurrido, me acerco cada vez mas, mi corazón late muy fuerte, por fin entrando al lugar, un tipo, de un metro noventa y cinco aproximadamente, me miró con asombro, no le dí importancia e ingresé, el pasillo era estrecho, el aire era mucho más pesado que afuera, el piso estaba húmedo con residuos de alcohol, el olor a cigarrillo era insoportable, incluso para mi, que soy fumador empedernido, pero sin duda lo más desagradable era el sonido que emitían unas cajas de un metro veinte por un metro diez, aproximadamente este retumbo, que no se le puede llamar música, hacía vibrar mi pecho con un vaivén, al mismo tiempo que la muchedumbre danzaba en una especie de movimiento que me evocaba un rito de apareamiento, las luces provenían desde lo alto del lugar, y eran de variadas tonalidades, incluso, de vez en cuando, se prendía un foco y apagaba fugaz y velozmente, era espantoso, evidentemente los tipos que me asaltaron ya no estaban, decidí salir.

Una vez afuera de este laberinto, decido caminar a la vereda principal, con una cuota de desilusión e impotencia me alejo de este antro, elevo mi mirada cuarenta y cinco grados, veo el gran reloj, son las una y media de la mañana, los documentos necesarios para la publicación de mi primer libro ya son historia.

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